FORESTIANDO


Pasando por la nevada,
derecho pa' la copeta,
atrás de una loma quieta
que cuando pasé ahí estaba.

En un codito que daba
la entrada de 'La Guarál',
y un poquito más acá,
antes del paso a nivel,
la tranquera sin cartel
del puesto de un capataz.

De la loma que le indico,
más allá de la tranquera,
está la que yo anduviera
a una media legua y pico.
Me acuerdo cuando era rico,
antes que tuviera espinas,
agarraba pa' la alsina
y al costao' de la laguna,
solía pedirle a la luna
un algo pa' la cocina.

A la orilla del juncal
con media brazada alcanza,
pa' verle brillar la panza
al bagre más colosal.
No hay bicho que venga mal
pa' hacer engrasar 'las treves',
más el varón que no pruebe
no puede saber si es cierto,
¡malhaya!, me caiga muerto
cuando esa cosa me llegue.

Con las heladas de junio,
andaba pisando escarchas,
y me avispeaba a la marcha,
la espuela del abrepuño.
Dicen que tira el terruño
si se anda forasteriando,
yo no sé ni dende cuando
falto de aquella región,
pero siento el corazón que
anda por ahí galopeando.

Andan por esos parajes
las cosas que yo viví,
naides las movió de allí,
como evitando el ultraje.
Esqueletico ramaje
haciéndole sombra a nada,
totorales y espartadas;
flamencos y gallaretas.
Zanjones y canaletas
y tábanos a patadas.

Por eso es que a veces pido
cuando canto la milonga,
que el que tenga que se ponga
y me eche la falta 'e envido.
No las voy de presumido
por ser del lao de ande soy,
ayeres que no son hoy,
pero que son igualitos,
chajaces pegando un grito
y hombres que dicen 'estoy'.

Estoy pa' hacerle al arado,
y pa' clavar un molino,
estoy pa' dar mi destino
en la tierra que he sembrado;
estoy en el alambrau
y en el tinglao de la esquila;
estoy trabando la pila
de los adobes pa'l rancho,
y ando espantando los chanchos
que encaran para el maiz, en fila.

Pasando por la nevada,
con rumbo pa' la copeta,
encontré que en la maleta
las cosas se mesturaban.
Cuando las aves cantaban,
no sé lo que me pasó,
tal vez he pensao
que yo también era un pajarito;
el canto se me hizo grito
y el grito se me murió.

Entre risas y lloradas
se armó la ley de la vida;
unos bajan la subida
y otros suben la bajada.
'Los hombres no somos nada',
filosofa el velatorio,
y entre anices y jolgorios
en la habitación de al lao,
cada uno llora al finao
del modo más provisorio.

Tengo el corazón cansado,
y el alma desorientada,
le pregunto a Dios y nada,
hasta ahora me ha contestao.
Sé que me mira callao,
pa' ver hasta donde me aguanto,
más nunca sabré, ni cuanto,
me dió pa' que yo anduviera:
yo quisiera que él quisiera
lo que yo he querido tanto.
 

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