Comentario de Cucho Marquez:

Cuando la magia musical de Falú viene complementada por el aliento poético de Dávalos, podemos esperar siempre una obra inspirada, especialmente aquí en su estribillo que es uno de los más logrados de este cancionero. Otra vez el tema de la distancia y la nostalgia del ser amado, en ese momento crepuscular del día, en que nos aprestamos a descansar tras el esfuerzo de la jornada y a medida que el paisaje comienza a difunimarse, se hacen más claros los recuerdos de lo que dejamos a nuestras espaldas. 
Por eso, es ésta una zamba atardecida en el corazón del poeta, tal como nos contaba Machado: "la tarde más se oscurece/ y el camino que serpea/ y débilmente blanquea/ se enturbia y desaparece".  Pero aquí, el atardecer es también un dulce recuerdo de la mujer amada, algo que de tanto cantarlo se me vuelve miel, como nos cuenta siempre con tanta expresividad y sentimiento el poeta salteño Jaime Dávalos

*** El autor de la letra es Manuel José Castilla (nota del administrador del sitio)



LA  ATARDECIDA - Zamba

Letra: Manuel Castilla   
Música:  Eduardo Falú  
  
¡Qué distante que estás otra vez,           
oh mi bien!; ¿donde estás?.                  
Con el correr de los días,                        
pienso a veces que vas a volver.       
Ando diciendo tu nombre;                   
me alumbra la luna del atardecer.          
El camino me vuelve a llevar               
y la flor del amor,                                   
abierta sobre mi pecho,                         
te recuerda como una canción,              
que lleva sobre los ojos                        
la tarde que nace de tu corazón.              
                             
       ¡Ay arroyo, que sabes hablar;
       palomita que al aire te vas:
       cuentále nada más
       que, dolido, la vuelvo a llamar!
       Quiero cantar en la noche
       la zamba que un día tendrás que llorar.
 
Solitario te vuelvo a pensar,
pura luz de jazmín.
Cuando llega la nostalgia,
suelta el cielo su sombra otoñal.
Solamente por amarte,
a veces andando me da por cantar.
 
Yo sé triste que siempre te vas,
¡ay dolor de esperar!
Pena del enamorado,
que solita me vuelve a crecer:
en mi boca, tu recuerdo,
de tanto cantarlo se me vuelve miel.

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