Dios quiera no venga el cuatro
Autor: Mario César Arrieta
- Me doy güelta...
- Tenga mano:
van cien pesos al caballo.
- Pago... y me güelvo, señores.
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- Sota en puerta: ¡cosa'el diablo!
- Otra vez será, paisano.
- Ahura ha de ser, ¡qué caracho!
Pulpero: ¿qué precio le hace
a este tirador plateao?
- Cincuenta pesos... y pierdo.
- Alcanza. Siga tallando.
....................................
Los dedos del tallador
se hacen trenzas barajando
y el silencio cae a plomo
sobre el tapete manchado.
Afuera, como en racimo,
diez pingos desensillados
dormitan en el palenque
y entre el humo del tabaco
desde adentro llegan voces
saturadas de presagios...
- Van mis últimos cien pesos
a ese siete!
- ¡Tomo al gallo!
Miradas como puñales
se clavan en las dos manos
del tallador forastero
que está de paso en el pago.
Cayó esa siesta al boliche
y entre convites y tragos
se fue metiendo de a poco
en la rueda de paisanos;
después, a la tardecita,
como "pa pasar el rato",
el hombre fue convidao
"pa'cer un truco de cuatro".
Ahora entre caña y baraje
la noche se va acortando,
mientras se alarga el cansancio
y el alcohol pesa en las manos.
.................................
- Pulpero, siga sirviendo.
Llene las copas, yo pago
.................................
Los dedos del ventajero
ya no trabajan tan claro;
la trampa se hace más sucia
y alguien, fresco, la ha notado,
y se le crispan los dedos
sobre el acero envainado:
- ¡La plata de este cuchillo
contra ese cuatro de bastos!
(El aire se abre de un tajo
y queda el naipe ensartado
contra el tapete grasiento.)
Ya huele a sangre el tabaco
en aquél aire viciado;
la diestra, ya menos diestra
del tallador, vuelve al mazo
mientras la zurda temblona
va las pintas orejeando
y siente que en cada naipe
la muerte lo está campeando.
Se lo anuncian veinte ojos
que se han clavao en sus manos
y le hacen ver que esta vuelta
si anda de suerte es finao.
Un miedo, que ya es ahogo,
se hace voz entre sus labios,
y murmura quedamente
clamando por el milagro:
"Dios quiera no venga el cuatro..."
Aquellos paisanos mansos
no perdonarán la afrenta;
lo van a dejar tirado
con diez puñales adentro.
¿Devolverles lo trampeao?
Para el caso da lo mismo;
comprende que está jugando
su destino en la postura
y que ese naipe ensartado
en la punta del acero
contra el tapete engrasado
es su vida o es su muerte,
vida que gana perdiendo,
vida que pierde ganando.
Lo sabe y ruega el milagro:
"Dios quiera no venga el cuatro..."
Mueve los labios apenas
en aquél rezo pagano,
mientras la rueda paisana,
inquieta, se va estrechando.
Pinta espadas... es la sota...
una copa... acaso el cuatro...
No puede más, un suspiro
se le escapa pecho abajo,
le duele el naipe en los ojos
de tanto y tanto mirarlo.
Tiene las manos heladas
y el miedo lo está quemando.
"Dios quiera no venga el cuatro..."
..................................
- Apure, don -dice alguno,
y él sigue y sigue orejeando.
"Dios quiera no venga..." - ¡Cuatro!
grita una voz y otra dice:
- Ganó el señor... ¡y ahí le pago!
..................................
Luego un salto de pantera
con la enorme garra en alto,
un grito inmenso, un cuchillo
ahondando un pecho hasta el mango
y un hilo de voz y sangre
mojando el naipe estrujado:
"Dios quiera... no... venga... el cua..."
Nota: Este poema en la voz de Fernando Ochoa ha sido extraído de un disco, y lamentablemente hay un salto en el surco que impide escuchar casi una estrofa entera. Sin embargo consideré que el realismo que le imprime Fernando Ochoa a esta poesía justificaba poner la grabación de todas maneras. Es una pena que no se haya seguido cultivando a nivel artístico esta faceta de nuestro folclore, que le aportaba una variante muy bien aceptada por gran parte del público. Digo a nivel artístico, en el sentido de intérpretes que actúen para el gran público, porque todavía hay recitadores que actúan para los amigos, o ante un público reducido, pero son prácticamente desconocidos. Sería cuestión de hacer concursos, y darles oportunidad de actuar en los festivales para que la poesía gauchesca vuelva a tener el lugar que se merece.
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