El rastreador

Autor: Wenceslao Varela

Le arrancó al monte el matrero
muchas cosas ignoradas
y el baquiano, a las quebradas
la cencia del derrotero.
El rastreador, tesonero
se inclinó sobre las huellas
y anduvo rastreando en ellas
largamente y una a una;
mil veces con luz de luna,
de refucilos o estrellas.

Y le aprendió a los caminos
de nuestros campo anchuroso
un lenguaje misterioso
escrito en extraños sinos.
Los arroyos cristalinos
sus secretos revelaron,
todas las sendas hablaron,
los pasos y los esteros;
y los hábiles cuatreros
ante un rastreador temblaron.

Como intérprete y lector
de las páginas del trillo
expondré en modo sencillo
el arte del rastreador.
Es estudio superior
en el aula campesina,
se describe en la cocina,
en los senderos se explica,
y se estudia y se practica
desde el llano a la colina.

La creciente es la ramera
-que complicada o sencilla-
ostenta el vaso en la orilla
a manera de herradura;
corta, larga o puntiaguda,
profunda, llana o mellada;
puede ser lisa o dentada
y en caballos o en baguales;
no hay dos crecientes iguales
ni en un millón de pisadas.

El lomo queda marcao
-y siempre del vaso hablando-
al hundirse en campo blando
el triángulo del candao.
Puede ser sano o matao:
bastera, hinchazón, nacidos…
y dicen los entendidos
que’n un millón de animales
no hay nunca lomos iguales
ni siquiera parecidos.

Hay de lomos un montón
-pero son los más usao-
el de chancho, el de venao,
el derecho y el sillón.
Está el largo (de porrón)
y está el corto (de tinaja),
lunanco, de cruces bajas,
cacunda y alto (de alzada);
el de orilla ramaleada
y el lomo ‘e cebra (con fajas).

Sé en un rastro de baguales
si va madrina o padrillo
y sobre el renglón de un trillo
leo signos desiguales;
destingo en los arenales
la ranilla con tramojo.
Y marco, en cualquier rastrojo
o ande se hunda la pisada,
begijas, taba cargada,
cuerda tensa o ñudo flojo.

Sepan que un vaso vetiao
se gasta en la parte blanca
y que un defecto en el anca
le imprime forma al candao.
Con el ojo ejercitao
se descubren maravillas!
siempre crecen las ranillas
según del pingo el color
y áhi deduce el rastreador
el pelo de las tropillas.

Conozco el caballo espiao
ni que hablar del andador,
el tuerto o testeriador,
el que va suelto o montao;
también sé si va ensillao
y con la cincha apretada,
-y si cruza una cañada
o atraviesa algún bañao-
si tiene el marlo quebrao
o lleva la cola atada.

Pingo de vasos caldiaos
marca lomos con costillas,
son pa’ mi prueba sencillas
conocer si va cansao;
si lleva freno o bocao,
si es de campo o parejero;
-y ande se preste el sendero-
me animo a reconocer
si lo monta una mujer
o si va en él un matrero.

Si es del sur, vaso extendido,
del norte, vaso astillao
chapín, duro y mal gastao.
De arenas, vaso pulido;
más no falta un perseguido
que vaya enredando el trillo
y anque no es nada sencillo
-si el hombre es conocedor-
desorienta al rastreador
labrando un vaso a cuchillo.

Mi "Moro" tenía grabada
-yo mesmo le había grabao-
entre creciente y candao
una cruz media inclinada;
agüería muy usada
entre la gente de ajuera…
Lo hallan al gaucho ande quiera
pero es pa’ ganar con luz;
con la cruz y sin la cruz
jamás perdí una carrera.

 

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