LAS GOLONDRINAS
- Canción
Letra: Jaime
Dávalos
Música:
Eduardo Falú
1963
¿Adónde te irás
volando por esos cielos,
brasita negra que lustra la claridad?
Detrás de tu vuelo errante mis
ojos gozan
¡la inmensidad...la inmensidad!
Veleros de las tormentas se van las
nubes,
en surcos de luz dorada se pone el
sol;
y como sílabas negras, las golondrinas...
¡dicen adiós...dicen adiós...!
Vuela,vuela,vuela,golondrina,
vuelve del más allá.
Vuelve desde el fondo de la vida
sobre la luz, cruzando el mar...
¡cruzando el mar!
Un cielo de barriletes tiene la tarde;
el viento en las arboledas cantando
va
y desandando los días mi pensamiento
¡también se va...también
se va...!
Cuando los días se acorten junto
a mi sombra
y en mi alma caiga sangrando el atardecer,
yo levantaré los ojos pidiendo
al cielo
¡volverte a ver...volverte a
ver...!
ANEXO
* Cuenta Jaime Dávalos acerca de esta canción: "En el patio de casa aparecían de pronto, con los primeros colores un día, llenando con sus chirridos de alborozo aquel ámbito de nuestros juegos donde El Tata estaba casi siempre sentado en su sillón de mimbre leyendo. Las campanas de San Alfonso contribuían entonces a insuflarle encantamiento a la visita de las golondrinas en aquellos cielos donde grandes nubarrones anunciaban la próxima estación de las lluvias. Los días eran largos y se demoraban en la agonía de la tarde. Lo recuerdo. Una tarde así en la que salía de la convalecencía de una larga gripe. ¡Vi tan nítido el aire! Me subí al techo y de espaldas sobre las chapas de zinc aún tibias, miré hacia arriba tratando de abarcar la vasta redondez comba del cielo de una sola mirada, sin pestañar; quería ver todas las golondrinas de una vez, sin necesidad de seguirlas una por una en el vuelo loco con que garabateaban el azul hondo, tiritante de la luz.
En el horizonte cenizo del arrabal a ras de los techos, los barriletes subían como fantasmales rayas coleando, nadando hacia las primeras estrellas pálidas, y el viento hacia saludar gravemente a los árboles. No sé cuanto tiempo permanecí echado así, pero me despertaron aquella fiesta de la contemplación los maullidos de aquellos gatos que ya sentían también como las golondrinas y yo, el advenimiento de la primavera.
Cuando Eduardo (Falú) me hizo oír la música de lo que después sería "Las golondrinas", voló mi pensamiento tiempo atrás y desandando los días recupero el alborozo triste de aquellas tardes de la infancia; los conmovidos versos de Gustavo Adolfo Bécquer; algo que me dictaba Leopoldo Lugones; y la vida, esa que siempre se nutre de la literatura sin temor de canjear entre ambas, de plagiarse o imitarse porque las dos son autoras de un sueño en el que devenimos polvo. La música, repito, con su fuerza evocadora citó en mi las palabras donde la experiencia sensible de los días lejanos quedó apenas atrapada, tan apenas como en la red de vuelos de las golondrinas en el ancho cielo del asombro" (Jaime Dávalos, "Yo soy quién pinta las uvas", 1980)
POEMA DE LAS GOLONDRINAS (Jaime Dávalos)
Amo las golondrinas
porque son como mi alma
fugaces visitantes de lo desconocido.
Aparecen de pronto,
cuando la primavera en el aire
decide la derrota del frío.
Me traen de los cielos remotos de la tierra
la nostalgia despacio
y el ansía de infinito
con que mi sangre
viene venciéndola a la muerte
y afirmando la vida
a través de los siglos.
Las veo,
entre celajes de nubes ampulosas
que copia en el espejo de las aguas el río,
festejar la tormenta que presienten
volando al ras del agua
ebrias de librar su instinto.
Porque son como flechas del arco iris
jugando en el azul abierto
su secreto destino.
Yo creo,
que a mi vienen
desde el fondo del tiempo
para que no me olvide
de mi origen divino.
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