PANCHA  RODRÍGUEZ
Zamba

Música y Letra de
Antonio Rodríguez Villar
 
I

¡Quién habrá sido esa Pancha
que conocimos tan lejos...!
¡Magia de luna y quebracho,
ayudadora de sueños,
que nos dejó el corazón
apagado de silencios!

El canto de algún coyuyo
enamorando algarrobas,
le fue apretando la ausencia
de flores añoradoras;
y fue un bombo llamador
el corazón de la copla.

¡Pancha Rodríguez!,
sé que has de andar,
llevando sueños al sueño,
de algún santiagueño
que quiera soñar.
Hecha flor en la algarroba,
todo Santiago
te ha de encontrar.

        II           

En un abril de añoranzas
te envolvió una chacarera
y desandaste caminos
para ser tierra en tu tierra.
Santiago se abrió en el silbo
de una bumbuna siestera

Un aromar de vidalas
acompañó tu regreso:
chañares, tuscas, mistoles,
en cantos te recibieron,
y se hizo flores el alma
de Santiago del Estero

¡Pancha Rodríguez!,
sé que has de andar,
llevando sueños al sueño,
de algún santiagueño
que quiera soñar.
Hecha flor en la algarroba,
todo Santiago
te ha de encontrar.
Recuerdo a la
"Pancha Rodríguez".

    Era 1965. Recién nos habíamos casado en Washington D.C., capital de los Estados Unidos. Un grupo de amigos argentinos nos presentó a la Pancha Rodríguez, señora santiagueña que hacía tiempo residía en esa ciudad. Nos hicimos amigos de inmediato.
    Había llegado a esa ciudad varios años antes como empleada de una familia de diplomáticos argentinos. Cuando estos terminaron su misión, la Pancha decidió quedarse y trabajar como modista. Complementaba estas tareas haciendo unas empanadas excepcionales que, por selectivo encargo, saboreábamos algunos pocos privilegiados.
    Tez morena y grandes ojos negros. Su mirada llegaba hondo. Era de origen muy humilde, sin mayor formación escolar, pero tenía la excelsa aristocracia del espíritu. Desbordaban en ella toda la sabiduría de la tierra y la bondad provincianas. Recordaba aquella descripción que de su madre hiciera el Mahatma Gandhi: "De mi ignorante pero sabia madre...".
    Su casa era remanso y cobijo para todo argentino y latinoamericano que llegara a Washington desvalido. Ella lo alojaba en su casa, lo acariñaba y hasta le conseguía trabajo a través de sus innumerables amistades.
    Allí nos reuníamos para agasajarla y recibir su ternura y protección, como una suerte de matriarcado que la Pancha ejercía sin buscarlo.
    A su casa acudían desde encumbrados embajadores, empresarios y políticos, hasta el más humilde obrero. Su corazón no le permitía conocer distingos. La Pancha recibía a todos con el mismo amor, la misma atención, la misma amistad sin tasa. 
    Era, creo, de Salavina. Hablaba Quichua con total fluidez. Había integrado en su niñez, el conjunto de danzas que dirigía don Andrés Chazarreta. Por eso, siempre me pedía chacareras, -de preferencia truncas-, vidalas y viejas zambas. En especial esperaba "La 7 de Abril", “La vieja”, “Andando”,  “Qué linda sois”, “A orillas del río Dulce" y el vals "Santiago del Estero" que en aquella época mis dedos podían garabatear en solos de guitarra.
    Una tarde de Abril de 1966 recibimos un llamado urgente de la Pancha. Fuimos a su casa con Marinieves.
    "Tonito, tengo cáncer. Me queda poco tiempo de vida y quiero morir en Santiago". Nos reunimos con un grupo de amigos que entonces residíamos en Washington, entre ellos Manolo Gómez Carrillo, María Teresa Sandá, Alberto Ayerza, Carlos y Lilian Alurralde, Roberto y Susana Garziglia, Pedro y René Gnavi -seguro me olvido de otros- para posibilitar su regreso.
    Con Marinieves la llevamos al aeropuerto de Washington. En Nueva York la recibió el “Vasco” Carlos María Cervetti que la acompañó hasta el avión que la traería a Buenos Aires. En Ezeiza la esperó Mauricio "Chito" Rapaport que la dejó en el Aeroparque, en la escalerilla misma de un avión que la trasladaría a Santiago y terminar sus días en su tierra, como deseaba.
    Nunca más supimos de ella. Se nos quedó en el alma, en nuestro recuerdo agradecido, en el sueño generoso y esperanzado de todo santiagueño.  
    Para ella es esta zamba, simple y criolla como la Pancha Rodríguez, con todo mi cariño y respeto. Por ella, la introducción tiene reminiscencias de "La 7 de Abril" y la vuelta, el dejo triste de la vidala.
    Conocerla y ser sus amigos, fue un privilegio.
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