ZAMBA DEL
CANTOR ENAMORADO
Letra y música:
Hernán Figueroa Reyes
El viejo río Cosquin
fue el testigo quieto de un desengaño
que un guitarrero cantor
sufriera en el arenal
cuando se escondía el sol.
Cuentan paisanos de allá
que un amanecer se escuchó su
canto
era un lamento de amor
que del pecho le brotó
y entre los cerros quedó.
Quisiera verte volver
en una tarde de enero
si vuelves me encontrarás
en la orilla del Cosquín
con mi guitarra cantora
y en mis labios sentirás
que aún perdura el amor
que me dejaste al partir.
Qué cosas las del amor
si hasta agarra pena sólo pensarlas,
cuando comienza a gustar
como agua de manantial
sólo se empieza a alejar.
Alguna vez al pasar
por el viejo río en noche estrellada
quizás puedan escuchar
las coplas que del cantor
nacieron por un dolor.
Si vuelves me encontrarás
Un 22 de enero de 1966, la Plaza Próspero Molina vio subir al escenario mayor a un flaco desconocido para el folklore y las lunas de enero, aunque ya anduviera de antes por esos lares. Llegó trajinado de honda poesía y eso a él le bastaba por el solo hecho de no conocer el peso de la consagración.
El flaco estaba a un instante de un suceso trascendental para los tiempos que corren. Aquella noche lo acompañaron Hernán Rapela en bombo y Emilio "Bocha" Martínez en guitarra. Cantó "El corralero" y suspiró para adentro al terminar la canción; fue entonces cuando las tribunas parecían caer junto al aplauso y la ovación sin cese. Después, allí cerquita nomás, a metros del escenario corolario del folklore, a orillas del nostálgico río, se supo -lo sabemos- que dos años atrás se le había dado por describir al desamor en una zamba. Era un lamento de amor que del pecho le brotó y entre los cerros quedó, para siempre.
"Alguna vez al pasar
por el viejo río en noche estrellada
quizá puedan escuchar las coplas
que, de un cantor, nacieran por un dolor..."
Se llamaba Hernán Figueroa Reyes y desde aquella noche Cosquín comenzó a ser por siempre su lecho de eternidad.
Lucio Albirosa
(Crónicas del folklore)
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