El libro Los Valles de Cachi y Molinos, de Juan Carlos Dávalos, es un documento de gran valor para los tradicionalistas y estudiosos de las costumbres criollas del Norte Argentino.
Sin dudas el Vallisto y el Fronterizo (término que se utiliza para los criollos de la zona oriental de Salta, Jujuy y parte de Chaco) son el resultado del mestizaje entre españoles e indígenas. No cabe duda que la geografía influyó para que los campesinos se diferenciaran del español puro (dueño de las tierras y que daba trabajo de arrenderos, puesteros o peones a los paisanos). Así se denominó a los de la zona selvática como "gauchos" y a los vallistos como "collas".
Al decir de Dávalos, ambos apelativos han tenido connotación despectiva, ya que ni el pastor de vacas de la frontera, siempre de "a caballo", se consideraba "gaucho", ni el pastor de vacas y agricultor de los valles tolera que lo tengan por "colla".
Aunque el origen es tan similar, gauchos y collas difieren por la tonada, los giros del lenguaje, la vestimenta, los caballos, las pilchas, y estilo de montura; pero unos y otros representaban el tipo rústico, por donde gaucho fue, - en la ciudad -, sinónimo de "guaso" o mal hablado, de ignorante y bárbaro; al par que colla lo fue de bribón, solapado y mezquino.
Gaucho es denominado aquel que debe trabajar a diario la hacienda, ya sea en las selvas tupidas, los chaguarales, e impenetrables montes, es el que, ya sea patrón o empleado, que pueda vestir un elegante smoking en una fiesta o calzarse las botas y sombrero para pialar al más montaraz ganado, el que gracias al Grl Martín Miguel de Güemes y al Brigadier General Juan Manuel de Rosas se convirtió de a poco en sinónimo de bravura, de lealtad y de guapeza.
Tanto el fronterizo como el calchaquí, se diferencian e intentan diferenciarse del colla, quien es el aborigen boliviano que puebla las zonas noroeste de Salta y Jujuy.
Ambas etnias, aquerenciadas y argentinas, pastoras, criadoras de ganado y cuyo medio de movilidad fue y es el caballo o el mular, difieren en su carácter: expansivo y alegre el llanero, reservado y huraño el montañés; ambos igualmente diestros en el manejo del caballo, en el arte de rastrear, arrear y trabajar el cuero. Similar es su titánico aguante ante interminables jornadas desde calores insoportables hasta entumecedores fríos.
Tienen un Dios común, el Dios cristiano, aunque sus dioses regionales: la Pachamama en los cerros y la Magre del Monte en los llanos son sus protectores y guías.
El Dr. Abel Fleming también dedica un apartado al gaucho en el libro Estancia "La Frontera" (Luces y sombras del gaucho) de la Profesora Margarita Fleming de Cornejo, edición que recomendamos por lo jugoso de sus temas.
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