Para comentar este instrumento, incluiremos un artículo cedido gentilmente por la Dra. Olga Fernández Latour de Botas, a quien agradecemos infinitamente su buena voluntad y generosidad.
El arpa entre los criollos
El arpa, instrumento cordófono de forma triangular que se ejecuta con ambas manos, según una muy sintética definición de enciclopedia, ha sido un símbolo de refinamiento, tanto en Europa como en América, su heredera. Olvidada después en los salones –y no sólo en aquel que inmortalizó Bécquer- la encontramos registrada en la campaña argentina con una sorprendente amplitud y vigencia en el siglo XIX y también en el XX.
El Martín Fierro de José Hernández, fuente inigualada de información confiable sobre muchos aspectos de la vida del gaucho histórico de nuestras pampas, trae una mención del arpista en el comienzo del Canto XXIII de la segunda parte (La Vuelta de Martín Fierro, 1879). El relato está puesto en boca de Picardía, el hijo del sargento Cruz, quien, al referirse a sus hazañas como jugador, recuerda, entre sus víctimas a “Un nápoles mercachifle,/ que andaba con un arpista,/ .../. y documenta así el autor la presencia de ese instrumentista, que era constante tanto en el ámbito de la región gaucha como en el de otras áreas de cultura criolla de nuestro país. El relato de Picardía se sitúa en Santa Fe y, si bien registra al arpista en compañía de un inmigrante italiano, es evidente que su aparición no resultaba un hecho extraño al inventario de tipos sociales del macrocosmos de Martín Fierro. Lo mismo ocurre en el caso de Leopoldo Lugones, quien ha dejado como propia de su Santa María del Río Seco natal, una colorida evocación del ejecutante de arpa que comienza diciendo: “El arpista era Ildefonso/ moreno crespo y jovial/ que tocaba con empeño igual/ una chacarera o un responso./ Pues lo mismo oficiaba con el cura,/ que hacía buena figura/ en la tertulia más arriesgada,/ donde no pocas veces salió de la aventura/ con el arpa baleada…. ” ( Poemas solariegos, 1928 )
Es sabido que la cultura tradicional de Lugones se hallaba enriquecida por la localización regional de su origen, y que si su mirada se detuvo especialmente tanto en el gaucho rioplatense (El payador, 1916) como en el salteño ( La guerra gaucha, 1905), por los Lugones de Ojo de Agua, era heredero de todo el caudal de raíces norteñas del Tucumán arcaico y especialmente de la “Madre de Ciudades”, Santiago del Estero. Es precisamente por el folklore santiagueño que queremos remontarnos en busca de otros arpistas presentes, ahora, en el cancionero popular. Las más diversas especies poéticas han de satisfacer nuestro interés. Hallamos al ejecutante de arpa, bajo el nombre de arpero, en una canción de carácter lúdico, la rima infantil titulada El piojo y la pulga, que registra versiones tradicionales en la España peninsular y especialmente en las Islas Canarias, y que , en las variantes santiagueñas, presenta secuencias como ésta en que se lo incluye: “El piojo y la pulga / se quieren casar/ por falta de arpero/ no se casan ya./ Y sale el carnero/ de adentro’el chiquero:/ Si tienen borregos,/ yo soy el arpero”. (O. Di Lullo. Cancionero Popular de Santiago del Estero, 1940). El orden de prioridades colocaba al arpero en primer término, antes del cantor, de la madrina, del padrino y hasta del cura, lo que muestra su importancia funcional y su prestigio. Las coplas, relaciones y refranes picarescos también mencionan a nuestro cordófono en contextos diversos.El arpa diatónica simple, sin pedales, ha sido frecuente en Tucumán, donde no sólo se la ejecutaba sino también se la construía, como lo ha documentado con su alta sabiduría musicológica la Dra. Isabel Aretz. Por ello aparece mencionada en composiciones de proyección folklórica de docta mano como, por citar de entre muchos sólo dos ejemplos, en la zamba Nostalgias tucumanas de Atahualpa Yupanqui y en la chacarera El cieguito del arpa de León Benarós.
Por fin, no podemos dejar de destacar la importancia del arpa en la música de influencia guaranítica. La llamada “arpa india” o “arpa paraguaya” que es motivo constante en la poesía de inspiración folklórica de esa región . Así lo demuestran conocidas obras del repertorio regional, entre las cuales la Canción del arpa dormida de Atahualpa Yupanqui y Herminio Giménez (homenaje al arpista Félix Pérez Cardozo) nos vuelve al tema bécqueriano en otro contexto cultural: “Acunando un sueño / se nos va la vida/ y el viajero parte /para no volver./Hoy el arpa india/ se quedó dormida/ como una guarania/ que no pudo ser”.
No hay dudas de que los arpistas o arperos criollos merecen ser evocados y aplaudidos, y su ejemplo alentado ya que parece haber hoy cierto interés por seguir sus pasos por parte de las jóvenes generaciones de músicos argentinos.
Olga Fernández Latour de Botas
Algunas composiciones en las cuales se nombran arpas o arperos:
Zamba del ciego (Castilla-Portal), Zamba de mi pago (Hnos.Abalos), Zambita del musiquero y Esquina al campo (Canqui Chazarreta), Nostalgias tucumanas (A.Yupanqui), Viejitos de mi pago (Víctor Giménez), Córdoba de antaño (R.Arrieta)